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Halloween minero

El cierre de esta edición nos ha tomado con una noticia de pronóstico reservado para todos quienes conformamos la industria minera ecuatoriana. El acuerdo llegado en las mesas de diálogo con la dirigencia indígena, de suspender la concesión de nuevos títulos mineros mientras no exista una ley de consulta previa, y la creación de un comité técnico para tratar las consultas ambientales, deja al sector en una situación más que incómoda, por no decirlo aterradora, para definirlo en términos de la fiesta de Halloween, que por estos días debe celebrarse en varias partes del mundo. 

Y no es exagerado. Porque los efectos de esta acción son incalculables. De inicio, es un freno inmediato a cualquier intención de desarrollo minero en el país, hecho por demás contradictorio si se considera cómo aporta hoy a la economía, en términos de ingresos, de empleos, de inversiones y de una mejora en el bienestar de las poblaciones. Luego, congela cualquier trabajo actual a expensas de la aprobación de una ley en la Asamblea, lo cual, envuelve al proceso en una maraña política de incierto resultado. Y, por último, envía un mensaje negativo a la comunidad minera mundial, que, después del encuentro realizado en PDAC, en Canadá, había vuelto a confiar en las palabras que las autoridades ecuatorianas expusieron durante su participación.

Lamentablemente, como mineros responsables, volvemos a sentir que todo este caminar, por sostener la actividad pese a todo, por momentos, se vuelve tortuoso. Nos preguntamos, ¿qué nos lleva a proseguir en un entorno tan volátil como es el ecuatoriano? La respuesta es que creemos firmemente que la minería responsable, la que hasta el cansancio demuestra que cuida todos los aspectos de la operación, es el diamante para que las economías en desarrollo puedan brillar.

Mientras el mundo empieza a tener sed por minerales cada vez más necesarios para contar con bienes indispensables para una vida moderna, en Ecuador, donde con solo el 8% del territorio explorado se ha demostrado que es rico en yacimientos, nos damos el lujo de darle la espalda a las oportunidades. Por citar un ejemplo, ya hay pruebas y muchos indicios de grandes reservas de cobre, que podrían significar enormes cantidades de dólares para inyectarse en la economía, por la alta demanda que en los próximos años tendrá el metal.

¿Cómo hacemos para aprovechar mejor esos recursos y que se distribuyan de la mejor manera entre todos? Ese debería ser el espíritu de las mesas de diálogo y no lo que ahora pobremente se exige y se acepta.

Es de esperar que el Gobierno tome conciencia sobre las consecuencias que podría tener esta moratoria que, en el mejor de los casos, sería de un año. ¿Está dispuesto a jugarse el futuro del país por un sinsentido de una parte minoritaria de la población? Esperemos que no. Esperamos que este Halloween pase pronto.

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